Morgana

Me desaparecí estas semanas porque estoy aprendiendo a querer y que me quieran. A recibir cariño abrumador, por alguien que me inspira lo mismo. A que me aprecien sin atados, sin remilgos, sin restricciones. A que haya querer y punto. A tener a otro ser humano y sentirla cerca, sentirte cerca de ella. A que cada beso, despedida, abrazo, caricia, sostener manos y mirada hinche el pecho. A que te hipnotice un movimiento de cuello, una cara de vergüenza, una alegría inexplicable.

Estoy aprendiendo a asumir el hecho que una mujer hermosísima decidió de súbito dejar de amigarme y mostrarme lo que es quererse mutuamente, al mismo tiempo, con honestidad, respeto, sin manipulaciones, sin esfuerzos hegemónicos.

Estoy aprendiendo a enseñar el cariño sin condiciones. Estoy aprendiendo a sanar, y que me sanen.

Estoy aprendiendo a enamorarme todos los días de la misma cara de valle sin límites. De la misma sonrisa jurada, eterna.

Estoy aprendiendo a acostumbrarme de que estoy en algo que no supe predecir, de algo que justifica el río torrentoso de estos últimos meses. Estoy aprendiendo a entregarme como todo lo que soy: no mi versión social, no mi versión actuada.

Estoy aprendiendo a corregir mis errores, y que los corrijan conmigo.

Estoy aprendiendo a Morgana Miranda, y le estoy enseñando a Jaime Bakulic. Es una lección que voy a pasar y repasar hasta el cansancio.

Y lo mejor es que la experiencia me hace sentir de todo, excepto cansancio.

Ya te lo dije: la "a" ya la tienes. la "m" y la "o" vienen en camino, tengámosle paciencia.

Tendremos todo el tiempo del mundo, y si no nos lo robamos.