1:25
Dormí 3 minutos, aquí estoy.
Mañana debo levantarme a las 6. Tengo álgebra, luego bases de dato, luego C#. Luego debería cabecear rodeado de compañeros porque mi polola quiere celebrar por tercera vez su cumpleaños. Luego a la casa, a hacer la tarea para el jueves, ponerme al día con Java II, acariciar a la nueva perrita y dormir con la ropa de cama hasta la nariz y mirando el cielo.
Hay un tambor que no me deja dormir.
Me miro hace 5 años. Escribía mucho en este blog, disparaba poemas por las orejas, me paseaba por Santiago con mi chaqueta negra y terminaba sentado en cualquier plaza pensando en qué demonios se supone que tenía que hacer con mi vida.
Hace poco hablé con alguien que me dijo que no madurar era una estupidez, algo absurdo. No fue con esas palabras. Inmediatamente recordé a alguien más que me dijo, años atrás, que nunca pierda mi capacidad de ver al mundo desde los ojos de un artista. Tampoco fue con esas palabras. A su vez recordé el silencio que recibí de dos personas (una más tarde sería mi polola) cuando dije "nunca confíen en el juicio de un artista".
Nos vemos rodeados de concepciones curiosas de la vida, de gente que hace fila para decirte cómo son o cómo no son las cosas.
Te dejan sin espacio para vivir.
Eso lo entendí hace pocos años, cuando no paraba de buscar amor pasajero, con mujeres (niñas mejor dicho, igual que yo) que me veían el pelo largo y la barba y les bastaba con eso para hacer un match. Frené, me dije "qué mierda estás haciendo" y desde entonces viví con orden: usted será trabajador, usted será responsable, usted será ingenierito.
Y heme aquí, con buenas notas, con polola estable, con la ropa planchada.
Sin embargo, de algún lado, suena ese tambor. Es ronco, es rápido, no se detiene. Suena cada vez más fuerte, suena en los peores momentos, suena a cualquier hora.
Mover un puto dedo puede hacerse cuestionable una vez que has abierto los ojos a este hormiguero sin vidrio. Sin embargo estoy arriba del tren, en tres años no hay nada que evite que sea un ingenierito, con camisita y chalequito y citycarcito y departamentito y mujercita y guaguita.
Probablemente el tambor haya sonado tan fuerte que para entonces estaré sordo.
Me imagino que a esto le dicen madurar.
Mañana debo levantarme a las 6. Tengo álgebra, luego bases de dato, luego C#. Luego debería cabecear rodeado de compañeros porque mi polola quiere celebrar por tercera vez su cumpleaños. Luego a la casa, a hacer la tarea para el jueves, ponerme al día con Java II, acariciar a la nueva perrita y dormir con la ropa de cama hasta la nariz y mirando el cielo.
Hay un tambor que no me deja dormir.
Me miro hace 5 años. Escribía mucho en este blog, disparaba poemas por las orejas, me paseaba por Santiago con mi chaqueta negra y terminaba sentado en cualquier plaza pensando en qué demonios se supone que tenía que hacer con mi vida.
Hace poco hablé con alguien que me dijo que no madurar era una estupidez, algo absurdo. No fue con esas palabras. Inmediatamente recordé a alguien más que me dijo, años atrás, que nunca pierda mi capacidad de ver al mundo desde los ojos de un artista. Tampoco fue con esas palabras. A su vez recordé el silencio que recibí de dos personas (una más tarde sería mi polola) cuando dije "nunca confíen en el juicio de un artista".
Nos vemos rodeados de concepciones curiosas de la vida, de gente que hace fila para decirte cómo son o cómo no son las cosas.
Te dejan sin espacio para vivir.
Eso lo entendí hace pocos años, cuando no paraba de buscar amor pasajero, con mujeres (niñas mejor dicho, igual que yo) que me veían el pelo largo y la barba y les bastaba con eso para hacer un match. Frené, me dije "qué mierda estás haciendo" y desde entonces viví con orden: usted será trabajador, usted será responsable, usted será ingenierito.
Y heme aquí, con buenas notas, con polola estable, con la ropa planchada.
Sin embargo, de algún lado, suena ese tambor. Es ronco, es rápido, no se detiene. Suena cada vez más fuerte, suena en los peores momentos, suena a cualquier hora.
Mover un puto dedo puede hacerse cuestionable una vez que has abierto los ojos a este hormiguero sin vidrio. Sin embargo estoy arriba del tren, en tres años no hay nada que evite que sea un ingenierito, con camisita y chalequito y citycarcito y departamentito y mujercita y guaguita.
Probablemente el tambor haya sonado tan fuerte que para entonces estaré sordo.
Me imagino que a esto le dicen madurar.
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